“Sus
documentos por favor”, dijo el oficial, en la frontera sur, junto a
Tijuana. Patricia, mi esposa, quien regresaba a Estados Unidos, con una
amiga y con el personaje de nuestra historia, sacó las identificaciones y
se las mostró al agente de migraciones. “Todo está en regla, pueden
pasar”, puntualizó la autoridad.
Mi
amada, que había hecho un trabajo parecido al de un “pollero” o
“coyote”, pero en medio de la legalidad, llegó a casa en Pasadena,
California, muy contenta. Para nosotros no fue fácil la espera, ya que
un tiempo atrás nos había tocado pasar por esa misma frontera, pero sin
documentos. Y conocíamos de cerca, la angustia y el miedo que eso
implica.
Lo bueno es
que el infante mexicano, que llegaba a nuestro hogar, ni siquiera se
había percatado de su situación de inmigrante, menos que existía una
frontera, la cual solo podía cruzarla con documentación legal.
Lo
recibimos con los brazos abiertos. Muy pronto, este pequeño de ojos
color caramelo, de carácter noble, cariñoso y obediente, se ganó el
corazón de todos, llegando a ser parte de la familia, al punto de
cederle nuestro apellido.
Rambo
Lázaro, natural de Playas de Rosarito, Baja California, es un perro
Pastor Alemán, que llegó a nuestras vidas, para quedarse.
Y
que bueno que esto ha podido suceder con la mascota que tenemos en
casa. Pero que triste que estos trámites no estén disponibles para las
personas. Que triste que no podamos traer con esa facilidad a nuestros
familiares. Mucho menos, que se puedan legalizar tantos queridos
amigos, que viven en la oscuridad, que sólo son un número más que
incomoda a las autoridades y que origina repulsión en ciertos políticos.
Es
difícil entender cómo un perro puede tener mayores beneficios que un
ser humano. Sin embargo es cierto. Para Rambo, fue suficiente que el
Médico Veterinario llenara un documento, donde se mostraba que tenía
todas sus vacunas. Sólo esa evidencia bastó para permitirle la entrada.
Tristemente, a una persona, que busca ingresar a Estados Unidos,
empujado por el hambre y la necesidad, se le niega este derecho.
¿Será
que un día vamos a despertar de esta pesadilla? Pienso que no, mientras
tengamos políticos egoístas, que solo buscan favorecer y satisfacer a
sus benefactores y a su partido.
Tal vez, un día cercano, tendremos que ponernos una cola y ladrar para ser considerados aptos y entrar legalmente a este país.