Cómo entrar legalmente a los Estados Unidos
Escribe: Jaime Lázaro
“Sus documentos por favor”, dijo el oficial, en la frontera sur, junto a Tijuana. Patricia, mi esposa, quien regresaba a Estados Unidos, con una amiga y con el personaje de nuestra historia, sacó las identificaciones y se las mostró al agente de migraciones. “Todo está en regla, pueden pasar”, puntualizó la autoridad.
Mi amada, que había hecho un trabajo parecido al de un “pollero” o “coyote”, pero en medio de la legalidad, llegó a casa en Pasadena, California, muy contenta. Para nosotros no fue fácil la espera, ya que un tiempo atrás nos había tocado pasar por esa misma frontera, pero sin documentos. Y conocíamos de cerca, la angustia y el miedo que eso implica.
Lo bueno es que el infante mexicano, que llegaba a nuestro hogar, ni siquiera se había percatado de su situación de inmigrante, menos que existía una frontera, la cual solo podía cruzarla con documentación legal.
Lo recibimos con los brazos abiertos. Muy pronto, este pequeño de ojos color caramelo, de carácter noble, cariñoso y obediente, se ganó el corazón de todos, llegando a ser parte de la familia, al punto de cederle nuestro apellido.
Rambo Lázaro, natural de Playas de Rosarito, Baja California, es un perro Pastor Alemán, que llegó a nuestras vidas, para quedarse.
Y que bueno que esto ha podido suceder con la mascota que tenemos en casa. Pero que triste que estos trámites no estén disponibles para las personas. Que triste que no podamos traer con esa facilidad a nuestros familiares. Mucho menos, que se puedan legalizar tantos queridos amigos, que viven en la oscuridad, que sólo son un número más que incomoda a las autoridades y que origina repulsión en ciertos políticos.
Es difícil entender cómo un perro puede tener mayores beneficios que un ser humano. Sin embargo es cierto. Para Rambo, fue suficiente que el Médico Veterinario llenara un documento, donde se mostraba que tenía todas sus vacunas. Sólo esa evidencia bastó para permitirle la entrada. Tristemente, a una persona, que busca ingresar a Estados Unidos, empujado por el hambre y la necesidad, se le niega este derecho.
¿Será que un día vamos a despertar de esta pesadilla? Pienso que no, mientras tengamos políticos egoístas, que solo buscan favorecer y satisfacer a sus benefactores y a su partido.
Tal vez, un día cercano, tendremos que ponernos una cola y ladrar para ser considerados aptos y entrar legalmente a este país.
“Sus documentos por favor”, dijo el oficial, en la frontera sur, junto a Tijuana. Patricia, mi esposa, quien regresaba a Estados Unidos, con una amiga y con el personaje de nuestra historia, sacó las identificaciones y se las mostró al agente de migraciones. “Todo está en regla, pueden pasar”, puntualizó la autoridad.
Mi amada, que había hecho un trabajo parecido al de un “pollero” o “coyote”, pero en medio de la legalidad, llegó a casa en Pasadena, California, muy contenta. Para nosotros no fue fácil la espera, ya que un tiempo atrás nos había tocado pasar por esa misma frontera, pero sin documentos. Y conocíamos de cerca, la angustia y el miedo que eso implica.
Lo bueno es que el infante mexicano, que llegaba a nuestro hogar, ni siquiera se había percatado de su situación de inmigrante, menos que existía una frontera, la cual solo podía cruzarla con documentación legal.
Lo recibimos con los brazos abiertos. Muy pronto, este pequeño de ojos color caramelo, de carácter noble, cariñoso y obediente, se ganó el corazón de todos, llegando a ser parte de la familia, al punto de cederle nuestro apellido.
Rambo Lázaro, natural de Playas de Rosarito, Baja California, es un perro Pastor Alemán, que llegó a nuestras vidas, para quedarse.
Y que bueno que esto ha podido suceder con la mascota que tenemos en casa. Pero que triste que estos trámites no estén disponibles para las personas. Que triste que no podamos traer con esa facilidad a nuestros familiares. Mucho menos, que se puedan legalizar tantos queridos amigos, que viven en la oscuridad, que sólo son un número más que incomoda a las autoridades y que origina repulsión en ciertos políticos.
Es difícil entender cómo un perro puede tener mayores beneficios que un ser humano. Sin embargo es cierto. Para Rambo, fue suficiente que el Médico Veterinario llenara un documento, donde se mostraba que tenía todas sus vacunas. Sólo esa evidencia bastó para permitirle la entrada. Tristemente, a una persona, que busca ingresar a Estados Unidos, empujado por el hambre y la necesidad, se le niega este derecho.
¿Será que un día vamos a despertar de esta pesadilla? Pienso que no, mientras tengamos políticos egoístas, que solo buscan favorecer y satisfacer a sus benefactores y a su partido.
Tal vez, un día cercano, tendremos que ponernos una cola y ladrar para ser considerados aptos y entrar legalmente a este país.
Héroe o Criminal
Escribe: Jaime Lázaro
José, ha pasado 15 años de su vida, trabajando en una maquiladora. Una de esas compañías que importan materiales sin pagar aranceles, ya que sus productos no se comercializan en el país. Como todas, esta empresa, se estableció cerca de un pueblo, donde hay gente tan necesitada, que es capaz de laborar toda su existencia, por un pago que solo sirve para mantenerse en la pobreza.
A duras penas, trabajando de sol a sol, José podía traer algo de comida a la mesa y con mucho sacrificio, pagar la renta de una humilde casa. Por años sufría una depresión de la que él mismo nunca se dio cuenta. Pensaba que así era la vida. Sólo tenía 35 años y parecía de 50. Las marcas del sol habían oscurecido su rostro; sus profundas arrugas y oscuras ojeras, eran el marco de sus ojos, porque nunca se percató que necesitaba usar anteojos, y las úlceras que tenía, las curaba con analgésicos baratos.
Un buen día, ya no pudo más. Se le había atrasado el pago de la casa; sus niños habían enfermado y no tenía para la medicina. Los vecinos ya no podían prestarle más dinero y la casera del mercado, estaba cobrando la cuenta pendiente.
Vino a su mente, una salida peligrosa, que había evitado tomar por todos esos años. No solo porque dejaría de alguna manera desamparados a su esposa y sus hijos. También, por el riesgo que eso implicaría. Pero la necesidad de sostener el hogar y la desesperación por pagar sus cuentas, pudo más.
José decidió emigrar a Estados Unidos. Esa noche se lo dijo a su joven esposa. Ella lo miró a los ojos, perdiéndose en el vacío por unos segundos y lloró desconsoladamente. Había en ambos, una mezcla de sentimientos. El, porque sabía que no vería a sus pequeños por una larga temporada, ni podría cuidar de su pareja. Ella, porque no tendría el apoyo con el que siempre había contado y el temor por su fragilidad
como mujer. Pero en el fondo, con la esperanza de tener un futuro económico diferente.
Cuando los niños lo supieron, no lo entendieron por completo, ya que ellos vivían felices con papá y mamá. Sin embargo, al poco tiempo, se dieron cuenta que la partida, era una realidad. Su padre, quien siempre los había acompañado, ahora saldría en un viaje incierto, lleno de obstáculos y de sorpresas.
Esa tarde, José dejó su pueblo, llevando consigo las lágrimas de su amada y de sus hijos, que tenían sus mejillas mojadas por la pena y el dolor de la ausencia.
No era una travesía fácil, aunque viajaba dentro de su propio país. Uno a uno, fue superando los obstáculos policiales hasta llegar al punto más cercano con los Estados Unidos. Sólo traía en su mente, el deseo de hacer lo imposible por sacar adelante a su familia, a la que durante más de una década no había podido sostener dignamente.
“Ya estoy en la frontera” , dijo a su esposa, quien recibió la llamada en el teléfono de una vecina. Ella de inmediato, con lujo de detalles, relató a sus hijos, lo que su valiente padre estaba haciendo por la familia. A los niños les brillaba los ojos de orgullo… su padre era un “ Superman”, que viajaba venciendo dificultades, por el bienestar de cada uno de ellos.
“Mi papa está viajando a Estados Unidos. Y el viaje es muy peligroso, pero ya casi llega a dónde va. Y cuando esté allá, nos va a enviar dinero para comer mejor y comprarnos ropa… y también un televisor” , decía uno de los menores a su amigo del barrio.
El héroe José, esa noche, metió su ropa en una bolsa plástica y cruzó el río. Caminó horas bajo el sol ardiente, soportando las inclemencias del tiempo, la sed y el hambre. En medio del delirio, las imágenes de los rostros de su familia, le daban fuerzas para seguir adelante. Luego de interminables millas y de la incertidumbre del final del camino con guías de apariencia sospechosa, llegó a la ciudad.
Un amigo del pueblo fue a buscarlo, ya que él no sabía ni entendía nada. De inmediato, pidió prestado un teléfono para llamar a su gente. “ ¡Ya llegué amor!” , dijo con voz entrecortada por la emoción y el cansancio. En el humilde hogar de José, había fiesta. Los niños gritaron de alegría; la esposa también lo hizo, aunque los temores inundaban su ser. Papi, el héroe, había superado todo. Se sobrepuso como un campeón ante las adversidades y había llegado a su destino, para trabajar y rescatar a su familia de la miseria que los agobiaba.
La realidad del “ norte” , se hizo presente de inmediato, cuando se dio cuenta que su amigo al igual que muchas personas más, vivían en un submundo, donde reinaba el miedo por la falta de una documentación legal. En carne propia se dio cuenta que aquí podría ser arrestado, acusado como un criminal y deportado. Sin embargo, nada podía detener a José, para que cumpliera el objetivo por el cual había viajado tantas millas.
José, el héroe, empezó a trabajar fuertemente, hasta 2 turnos completos, pudiendo enviar al poco tiempo, dinero para la familia. “ Aquí está el dinero que le tenía pendiente”, dijo la esposa a la dueña del puesto del Mercado, a quién le debía desde hace varios meses. “ Mi papi me compró esta ropa y estos zapatos nuevos”, presumió uno de sus hijos a los amiguitos del pueblo.
Una mezcla de sentimientos, embargaban a José, quien se sentía héroe, cada vez que hablaba con su gente o les enviaba algo de dinero. Pero cuando pasaban esos minutos de ilusión, el temor se apropiaba de su ser, ya que aquí es considerado un criminal.
Héroe porque viajó lejos de casa para trabajar y alimentar a sus hijos; criminal porque cruzó la frontera sin permiso. Héroe, porque se privó de la compañía de sus seres más queridos en busca de superación; criminal porque las leyes de este país no contemplan el sufrimiento del inmigrante. Héroe porque tiene 2 trabajos para sostener a sus seres queridos; criminal, porque lo hace sin documentos legales. Héroe porque vive con otras 5 personas en un pequeño apartamento; criminal por tener la piel más oscura y verse diferente a la mayoría. Héroe, porque hace lo posible para entenderse con la gente que habla otro idioma; criminal porque no sabe hablar bien el inglés.
José, el héroe, ahora envía dinero para construir una casa, a su preciosa familia. En tanto, José el criminal, que con su trabajo honrado contribuye con este país, ahora debe cuidarse más, para no ser arrestado, encarcelado y enviado de vuelta a su tierra como un delincuente.
José, ha pasado 15 años de su vida, trabajando en una maquiladora. Una de esas compañías que importan materiales sin pagar aranceles, ya que sus productos no se comercializan en el país. Como todas, esta empresa, se estableció cerca de un pueblo, donde hay gente tan necesitada, que es capaz de laborar toda su existencia, por un pago que solo sirve para mantenerse en la pobreza.
A duras penas, trabajando de sol a sol, José podía traer algo de comida a la mesa y con mucho sacrificio, pagar la renta de una humilde casa. Por años sufría una depresión de la que él mismo nunca se dio cuenta. Pensaba que así era la vida. Sólo tenía 35 años y parecía de 50. Las marcas del sol habían oscurecido su rostro; sus profundas arrugas y oscuras ojeras, eran el marco de sus ojos, porque nunca se percató que necesitaba usar anteojos, y las úlceras que tenía, las curaba con analgésicos baratos.
Un buen día, ya no pudo más. Se le había atrasado el pago de la casa; sus niños habían enfermado y no tenía para la medicina. Los vecinos ya no podían prestarle más dinero y la casera del mercado, estaba cobrando la cuenta pendiente.
Vino a su mente, una salida peligrosa, que había evitado tomar por todos esos años. No solo porque dejaría de alguna manera desamparados a su esposa y sus hijos. También, por el riesgo que eso implicaría. Pero la necesidad de sostener el hogar y la desesperación por pagar sus cuentas, pudo más.
José decidió emigrar a Estados Unidos. Esa noche se lo dijo a su joven esposa. Ella lo miró a los ojos, perdiéndose en el vacío por unos segundos y lloró desconsoladamente. Había en ambos, una mezcla de sentimientos. El, porque sabía que no vería a sus pequeños por una larga temporada, ni podría cuidar de su pareja. Ella, porque no tendría el apoyo con el que siempre había contado y el temor por su fragilidad
como mujer. Pero en el fondo, con la esperanza de tener un futuro económico diferente.
Cuando los niños lo supieron, no lo entendieron por completo, ya que ellos vivían felices con papá y mamá. Sin embargo, al poco tiempo, se dieron cuenta que la partida, era una realidad. Su padre, quien siempre los había acompañado, ahora saldría en un viaje incierto, lleno de obstáculos y de sorpresas.
Esa tarde, José dejó su pueblo, llevando consigo las lágrimas de su amada y de sus hijos, que tenían sus mejillas mojadas por la pena y el dolor de la ausencia.
No era una travesía fácil, aunque viajaba dentro de su propio país. Uno a uno, fue superando los obstáculos policiales hasta llegar al punto más cercano con los Estados Unidos. Sólo traía en su mente, el deseo de hacer lo imposible por sacar adelante a su familia, a la que durante más de una década no había podido sostener dignamente.
“Ya estoy en la frontera” , dijo a su esposa, quien recibió la llamada en el teléfono de una vecina. Ella de inmediato, con lujo de detalles, relató a sus hijos, lo que su valiente padre estaba haciendo por la familia. A los niños les brillaba los ojos de orgullo… su padre era un “ Superman”, que viajaba venciendo dificultades, por el bienestar de cada uno de ellos.
“Mi papa está viajando a Estados Unidos. Y el viaje es muy peligroso, pero ya casi llega a dónde va. Y cuando esté allá, nos va a enviar dinero para comer mejor y comprarnos ropa… y también un televisor” , decía uno de los menores a su amigo del barrio.
El héroe José, esa noche, metió su ropa en una bolsa plástica y cruzó el río. Caminó horas bajo el sol ardiente, soportando las inclemencias del tiempo, la sed y el hambre. En medio del delirio, las imágenes de los rostros de su familia, le daban fuerzas para seguir adelante. Luego de interminables millas y de la incertidumbre del final del camino con guías de apariencia sospechosa, llegó a la ciudad.
Un amigo del pueblo fue a buscarlo, ya que él no sabía ni entendía nada. De inmediato, pidió prestado un teléfono para llamar a su gente. “ ¡Ya llegué amor!” , dijo con voz entrecortada por la emoción y el cansancio. En el humilde hogar de José, había fiesta. Los niños gritaron de alegría; la esposa también lo hizo, aunque los temores inundaban su ser. Papi, el héroe, había superado todo. Se sobrepuso como un campeón ante las adversidades y había llegado a su destino, para trabajar y rescatar a su familia de la miseria que los agobiaba.
La realidad del “ norte” , se hizo presente de inmediato, cuando se dio cuenta que su amigo al igual que muchas personas más, vivían en un submundo, donde reinaba el miedo por la falta de una documentación legal. En carne propia se dio cuenta que aquí podría ser arrestado, acusado como un criminal y deportado. Sin embargo, nada podía detener a José, para que cumpliera el objetivo por el cual había viajado tantas millas.
José, el héroe, empezó a trabajar fuertemente, hasta 2 turnos completos, pudiendo enviar al poco tiempo, dinero para la familia. “ Aquí está el dinero que le tenía pendiente”, dijo la esposa a la dueña del puesto del Mercado, a quién le debía desde hace varios meses. “ Mi papi me compró esta ropa y estos zapatos nuevos”, presumió uno de sus hijos a los amiguitos del pueblo.
Una mezcla de sentimientos, embargaban a José, quien se sentía héroe, cada vez que hablaba con su gente o les enviaba algo de dinero. Pero cuando pasaban esos minutos de ilusión, el temor se apropiaba de su ser, ya que aquí es considerado un criminal.
Héroe porque viajó lejos de casa para trabajar y alimentar a sus hijos; criminal porque cruzó la frontera sin permiso. Héroe, porque se privó de la compañía de sus seres más queridos en busca de superación; criminal porque las leyes de este país no contemplan el sufrimiento del inmigrante. Héroe porque tiene 2 trabajos para sostener a sus seres queridos; criminal, porque lo hace sin documentos legales. Héroe porque vive con otras 5 personas en un pequeño apartamento; criminal por tener la piel más oscura y verse diferente a la mayoría. Héroe, porque hace lo posible para entenderse con la gente que habla otro idioma; criminal porque no sabe hablar bien el inglés.
José, el héroe, ahora envía dinero para construir una casa, a su preciosa familia. En tanto, José el criminal, que con su trabajo honrado contribuye con este país, ahora debe cuidarse más, para no ser arrestado, encarcelado y enviado de vuelta a su tierra como un delincuente.